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lunes, 29 de septiembre de 2014

Poetas.

Poetas.
Os escribo porque últimamente llueve mucho. También por fuera.
Intento volver la tristeza, poesía. Intento volverme poesía. Poesía sola y perdida. Meto los dedos en la herida, para sentir el dolor, para sentir que siento. Que estoy viva. Que no estoy muerta. Y estoy vacía. Un vacío que se extiende como una enfermedad letal dentro de mi, rompe todos y cada uno de mis recuerdos como si de arte se tratase y no se larga la muy zorra. Una metástasis emocional. 
Cuando termina de romper. Frío. Y de repente soy solo invierno. Una calle desierta en una tarde invernal. Mi corazón se está congelando hasta tal punto que ni los labios que marcan el termómetro más alto pueden derretirlo, y el alma una vez congelada se ha reducido a cenizas y no las encuentro.
Me rompo en mil y un pedazos, en mil y un versos, en mil y una tristezas. Y ahí, justo ahí es cuando te busco porque no sé volverme poesía, porque soy la mujer tormenta de tus huracanes, el poema más frío. Y no estás.
Solo quedan el alma helada, la lágrima viva en la mejilla y el corazón roto que corta y duele. 
No soy poesía. Soy una nostalgia fría con labios carmín. Soy mi propio efecto mariposa. Soy la bestia disfrazada de bella. Soy los versos mas tristes de la noche de Neruda. Soy todas las mujeres de Poe, y aun así me faltan sombras. Soy un desastre, un caos hecho arte.



Mirad,
poetas,
sé arrancarme el corazón sin manos.