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viernes, 1 de agosto de 2014

(Realidad)

Me miro en el espejo.
Siempre la misma cara.
Las mismas orejas.
El mismo pelo
Los mismos ojos tristes.
La misma expresión vacía.
Me gustaría poder verme realmente en el espejo, poder descubrirme, explorarme, conocerme, leerme en prosa y en verso. Explorar ese laberinto lleno de cuadernos desordenados por la resaca de recuerdos de las 3.40, flores rotas y camas desechas manchadas de carmín, donde el cafe no se enfría ni el tabaco se termina. Y allí me gustaría conocer a el chico de ojos tristes y expresión vacía, ese que solo sabe de buena música, ese que puede entender hasta el más pequeño de mis trozos, ese que, como yo, es capaz de soñar y despertarse sin la angustia de haber perdido el recuerdo que protegería con su memoria.
Pero me he dado cuenta de que he perdido los relojes de mi mente, y sin ellos empiezo a perder el control de la realidad antes del minuto debido, y es que el mundo real ha desaparecido, ya solo existen el laberinto de mi mente y hojas llenas de mierdas a lápiz.
y aquí estoy, perdida, contando los minutos que pasaría escondida en mi mente, si darme cuenta que nunca he estado allí.
Vuelvo al espejo, a la realidad. Estoy llorando, odio llorar y lloro porque odio llorar. Solo escucho el silencio y algunos sollozos ya perdidos hace treinta y cuatro segundos en el pasado. Y de repente el silencio es lo mas horroroso en este mundo, es como un campo de flores espinosas, precioso, pero duele. Grito, quiero que alguien me escuche, quiero que sepan que existo quiero saber que existo. Nada. 
Quiero volver a mi laberinto, la realidad duele demasiado como para quedarse en ella. Enciendo el reproductor de música, suena Stairway to heaven de Led Zeppelin. Ahora solo dejo que los sueños, recuerdos, sonrisas y lágrimas pasen por mi mente.