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domingo, 11 de mayo de 2014

La chica.

Aquella chica experta en deshacer a las personas con una sola mirada y rehacerlas al tocarlas; que adora el olor de las calles mojadas, pensando que la lluvia son lagrimas de algún muerto infeliz. Aquella chica que se arroja por el precipicio de sus pupilas susurrando a gritos "¡Que jodida la vida!"; que se ahoga entre palabras porque no tiene el valor de ahogar sus penas; que no busca la felicidad, simplemente busca no estar triste. Esa chica que se desordena en verso para ordenarse en prosa; que desearía pasar la noche acurrucada junto a la luna; que sueña con la poesía de Neruda abrazando la prosa de Allan Poe; que vive en un invierno eterno, etereo, perfecto, tan congelada que tal vez se está derritiendo. La chica de las revoluciones interiores, de los garabatos en cuadernos, del pelo despeinado a la altura de sus marcadas clavículas, de ojos verdes o marrones, no lo sé; mirada perdida, más perdida que la misma palabra, que un pájaro sin alas, que Alicia en su país de las Maravillas, tan perdida que no sabe si es ella, que no sé si soy yo. 

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