Cuando volví a mi
interior, este seguía desordenado, y es que es imposible ordenarlo si cada vez
que te pienso se desordenan mis versos interiores. Cuando no estás me convierto
en un engendro con sentimientos en guerra con la noche, y a ver quién tiene mas
sombras, me derrito en palabras que no riman y en miradas llenas de odio que se
juntan en un un punto, donde tus labios rozan los míos.
Y cuando digo que te
odio, no pienses que te quiero menos, es un te quiero oculto con la
satisfacción que me produce ser tuya, porque quién podría imaginar siquiera
que, por muy tópico que suene a alguien como tú podrían llegar a gustarle el
gran problema que suponen mis eternos insomnios cansados o mis versos
espinosos.
Cada suicida esta
enamorado de un puente, y podríamos hacer una metáfora diciendo que suicida es
mi mente y tu cuerpo el puente ya que cada vez que conectan mi vientre se
remueve, inquieto por un par de besos helados como cuando el inverno se cierne
sobre nuestras manos.
Pero decidí dejar de
escribirte, de pensarte, de leerte, de sentirte, deje de ser tu cuando tu
dejaste de ser yo. Y quizás ese fue mi error irme, irme para no volver, para
echarte de menos, para auto destruirme. Pero antes de destruirme, olvide por
completo que la única capaz de reconstruirme era yo misma.
Enamorarse.
Enamorarse ¿para qué?
Para que me duelas
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