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domingo, 4 de mayo de 2014

Él podría cambiar el mundo pero.

Andaba por las calles de Madrid, un ajetreado día de diario, en el que todo el mundo parecía estar demasiado ocupado ocultando la  tristeza de su ordinaria rutina. Se sentó en tercer banco a la derecha de una calle de la cual nunca se había preocupado por recordar el nombre, de hecho, jamás lo haría, eso solo estropearía la magia de esa maravillosa avenida; personas corriendo de un lado a otro, las cafeterías abarrotadas de gente pensado como contar a su familia alguna noticia inesperada y desagradable, sujetando sus cafés con las manos temblorosas. Nunca entendería la forma de pensar de aquellas personas. Se levantó pasado un tiempo, que podían ser horas, minutos, quizás tan solo hubiesen sido segundos, no lo sabía, tampoco le interesaba, para él el tiempo solo era una sustantivo sinsentido como tantos otros que la gente utilizaba, como amor, emoción o odio, solo palabras. Andaba vistiendo su chupa de cuero desgastada, un cigarro en la boca, unas viejas zapatillas maltratadas, con London Calling de fondo y pensando en algún tema banal y sin importancia. Hablando en silencio, pero el silencio lo decía todo. Llenaba su cuaderno de garabatos, garabatos hermosos para algunos horribles para otros, pero que podían cambiar el mundo, él sabia que podia hacerlo, sin embargo ¿Por qué iba a molestarse en mejorar un mundo lleno de idiotas?
No puedo escribir mucho más sobre él, es más, ni si quiera le conozco.

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